EL SUICIDIO… ¿UN RASGO DE MODERNIDAD?
15 Oct 2007
La Federación Mundial para la Salud Mental (WFMH), quiso llamar la atención el pasado año sobre el hecho de que el suicidio está fuertemente vinculado a la falta de diagnóstico y tratamiento de enfermedades mentales graves, como la depresión y la esquizofrenia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que, del millón de personas que se suicidan cada año (lo que supone una tasa de mortalidad «global» de 16 por cada 100.000 personas en el mundo o una muerte cada 40 segundos), el 90% padece al menos una enfermedad mental, que a menudo no ha sido diagnosticada ni ha recibido tratamiento, o abusa del alcohol u otras drogas.
En los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado un 60% a nivel mundial. De hecho, señala la OMS, el suicidio constituye una de las tres causas principales de muerte en personas entre los 15 y los 44 años (en ambos sexos), cifras que no incluyen los intentos de suicidio, unas veinte veces más frecuentes que los suicidios llevados a término. A pesar de que hasta ahora las tasas de suicidio han sido mayores entre varones adultos, las tasas entre los jóvenes han aumentado hasta tal punto que, hoy por hoy, constituyen el grupo de mayor riesgo en un tercio de los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo.
La revista Profesiones, ha querido dedicar varias páginas al tema del suicidio en la sociedad actual. Con esto en mente, ha realizado una entrevista a D. Francisco Santolaya y D. Manuel Berdullas, ambos psicólogos clínicos y Presidente y Vice-Presidente respectivamente del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos, entrevista que se reproduce a continuación para los lectores de Infocop. ENTREVISTA |
Aunque se trata de una práctica ancestral, por su incremento regular a lo largo de los años, ¿podría considerarse el suicidio como un «rasgo de modernidad»?
La conducta de quitarse la propia vida es, efectivamente, una práctica ancestral en la que la muerte toma sentido por sí misma y el/la que la ejecuta lo hace bajo parámetros de alto nivel de conciencia y supuesta responsabilidad. La representación social del suicidio, en estas personas, se habría construido durante el proceso de socialización e integrado en el conjunto de comportamientos que las personas pueden elegir como solución a sus problemas existenciales a lo largo de la vida. La cuestión que Vd. nos plantea del suicidio como «un rasgo de modernidad» no es fácil de responder, si bien es cierto que existe, en las últimas décadas, una preocupación justificada por el incremento de conductas suicidas entre los grupos de jóvenes y mayores. En nuestra opinión, y la de los expertos que elaboraron el informe de la Organización Mundial de la Salud, el millón de suicidios que se producen en el mundo anualmente están en gran parte determinados por el incremento de factores de riesgo en esas cohortes de población. A nuestro juicio, juegan un papel determinante en el problema la anomia resultante de la superpoblación de las grandes ciudades y el constreñimiento de lo que denominamos núcleo familiar, en donde el apoyo cotidiano de «otros» que no sean los padres, o en el caso de los ancianos, los hijos, ha prácticamente desaparecido.
¿Cuáles son los principales factores de riesgo que conlleven a dicha conducta?
En la respuesta a su pregunta anterior hemos apuntado algunos factores de riesgo que, creemos, son comunes a todos los grupos de edad. Sin embargo, un informe reciente de la WMHF (Federación Mundial para la Salud Mental), de la cual es miembro el Consejo General de Colegios de Psicólogos de España, describe en detalle los que parecen tener una mayor influencia en cada momento del ciclo vital del individuo, y que pueden ser internos o externos, psicológicos, biológicos, sociales o diferentes combinaciones de los mismos.
En el caso de los jóvenes, entre los factores internos destacarían las vivencias emocionales negativas e intensas resultantes de la pérdida de un referente afectivo importante (padre, madre, hermano/a, abuelos y amigos), problemas relacionados con la identidad sexual, baja autoestima, timidez y asilamiento, antecedentes de abuso sexual en edades tempranas, alto nivel de autoexigencia, anticipación y vivencia de las experiencias con resultado negativo acentuadas, inicio al consumo de drogas al comienzo de la adolescencia y presencia de algún trastorno mental.
Entre los externos, podemos señalar las expectativas y exigencias del núcleo familiar excesivas o exageradas, haciendo caso omiso de las aptitudes del joven y del momento evolutivo en que se encuentra, desestructuración familiar temprana, pérdida de un referente afectivo importante, intentos o suicidio de personas cercanas y excesiva responsabilización del joven de supuestos fracasos (culpabilización).
En relación con los adultos, debemos significar que la existencia de los factores internos presentes en la adolescencia o en la juventud no desaparecen por obra de magia. Muchos de ellos serán responsables de los comportamientos y reacciones de las personas en esta etapa de la vida si no fueron adecuadamente resueltos, asumidos o superados y la conducta suicida seguirá manteniendo una alta relación con ellos. A esto debemos añadir que los factores estresantes externos coincidentes en el tiempo, tanto para los varones como para las mujeres, cobran un papel preponderante en la emisión de la conducta suicida como solución al sufrimiento o a cualquier vivencia que desborde la capacidad de superación de la misma por parte de la persona. Un ejemplo: divorcio, muerte de un familiar cercano, pérdida del trabajo coincidentes en el tiempo.
Con respecto a los ancianos, las investigaciones señalan como factores de riesgo externos la jubilación, el aislamiento familiar y social, la pérdida de la pareja y de amigos cercanos y la dificultad para establecer nuevas relaciones, entre otros. En cuanto a los internos apuntan las enfermedades físicas y el dolor, la pérdida de la autoestima, la desesperanza y los trastornos del estado de ánimo. |
¿Creen que dichos factores han evolucionado a lo largo de la historia humana?
En nuestra opinión, los factores de riesgo que hemos enumerado han estado siempre presentes en las diferentes culturas a lo largo de la historia. La conducta suicida tiene un carácter casi universal. Esto no significa que todos los descritos previamente estén presentes en cada una de ellas. Un ejemplo clásico es el de la homosexualidad en las sociedades de cultura judeocristiana, en las que este tipo de identidad ha estado, y permanece todavía, altamente estigmatizada y que, sin embargo, en determinadas tribus de Norteamérica era aceptada con toda normalidad, por no hablar de la Grecia clásica.
¿En qué medida tiene que ver la autoestima de la persona? ¿Y el aislamiento social?
Tanto la autoestima como el aislamiento social son dos factores relevantes tanto en los intentos como en la conductas suicidas. Ahora bien, los dos por sí mismos no explican ni son determinantes de la elección de este comportamiento como solución a situaciones problemáticas.
¿Creen que posee alguna influencia el clima o la zona geográfica en la que se habita para que se desarrolle esta conducta con mayor facilidad?
Las investigaciones sobre la influencia de éstos y otros factores en la conducta suicida no son conclusivos. En el caso de Suecia y de los países nórdicos ha existido la creencia de que la falta de luz durante la estación invernal era responsable de un alto número de suicidios. Sin embargo, algunas investigaciones han mostrado que es durante el periodo del año en que los días son más largos cuando se producen un mayor número de los mismos. En el caso de cuadros psicopatológicos, como el bipolar, tampoco está excesivamente claro.
En caso de «intento fallido», es decir, de supervivencia, ¿es habitual la reincidencia? ¿Qué protocolo debe seguirse desde la perspectiva psicológica con una persona que ha intentado suicidarse?
La mayoría de los profesionales comparten la creencia de que los intentos fallidos son llamadas de atención y búsqueda de ayuda, aunque algunos puedan no tener un carácter manipulativo. Por lo tanto, deben ser siempre considerados seriamente, ya que la posibilidad de reincidencia es muy alta. En estos casos, tanto la familia como el profesional deben preocuparse de que la persona reciba un tratamiento adecuado.
En su estudio sobre el suicidio, Durkheim, plantea el aumento de sufrimiento sumada a la disminución de resistencia por parte del individuo, como posibles causas para que este hecho anormal se multiplique. ¿Comparten esta opinión?
Los trabajos de Durkheim sobre la conducta suicida han marcado un hito en la investigación sociológica sobre la conducta suicida. Todavía hoy siguen siendo una referencia fundamental para los investigadores y para los profesionales. En cuanto a su hipótesis de que el aumento del sufrimiento sumado a la disminución de la resistencia por parte de la persona sea la posible causa para que este hecho se multiplique, creo que básicamente sigue siendo válida. En el plano individual ya nos hemos referido a como en un momento determinado del tiempo la coincidencia de varios factores estresantes relevantes (causantes de sufrimiento) pueden sobrepasar la capacidad de la persona para enfrentarse al estrés producido por ellos y conducirle a la conducta suicida. En el plano social y en las sociedades actuales, donde los cambios son sumamente rápidos y los factores estresantes externos son cada vez más numerosos, éstos conllevan una percepción generalizada para muchos de inutilidad y, por tanto, de incremento de sufrimiento y dificultad de adquisición de habilidades para enfrentarse a los cambios.
¿Existe alguna explicación psicológica a que el número de suicidios sea mayor por edades, en jóvenes y por género, en hombres?
Pensamos que la explicación viene dada por los factores de riesgo que hemos abordado ampliamente en la respuesta a las preguntas que nos formuló previamente. En el caso de los jóvenes, cabe añadir que la WMHF señala que en este grupo de edad parece, aunque no es una afirmación rotunda, que la conducta suicida ocurre en un 90% de los casos por trastornos psicopatológicos. En cuanto al género, parece ser que las mujeres son más propensas a los intentos de suicidio, pero la realidad es que en el año 2003 el número de casos consumados de suicidio en la población masculina superó en cuatro veces el de casos de mujeres. Algunos investigadores apuntan también a una mayor resistencia de las mujeres al sufrimiento y al estrés. |
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El suicidio, ¿puede realmente prevenirse?
Prevenir el suicidio sería fácil siempre que los factores de riesgo externos e internos fuesen pocos y pudiésemos establecer fácilmente una relación de causa efecto entre ellos y la conducta suicida. Ahora bien, como ya hemos comentado, lo que son factores de riesgo en una cultura pueden no serlo en otra o, incluso, en la misma en diferentes contextos. Por lo tanto, la respuesta es difícil pero la afirmación es positiva. Creemos que el suicidio puede prevenirse una vez que conozcamos mejor los factores de riesgo más determinantes, y para ello se debe potenciar la investigación del problema, mejorar la formación de los profesionales para prevenir e intervenir, modificar hábitos sociales que incrementan la vulnerabilidad de las personas, fortalecer la comunicación y fomentar las actividades comunitarias, educar en el respeto a las diferencias y animar a las personas a compartir sus preocupaciones con los demás. Éstas y otras muchas, serían medidas importantes que posiblemente ayudarían a disminuir los intentos y las conductas suicidas, aunque lo más probable es que no puedan acabar con el problema.