Se confirma la relación entre el uso de antidepresivos en niños y adolescentes y el aumento de suicidio: últimos estudios

8 Ene 2021

Los antidepresivos en niños y adolescentes están asociados a un aumento del riesgo de suicidio y los resultados muestran que usar este tipo de fármacos en jóvenes supone muy poco beneficio, si es que hay alguno. Esta es la conclusión de un reciente artículo de la revista Frontiers in Psychiatry, una revista revisada por pares, en el que el investigador Michael P. Hengartner, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zurich (Suiza) repasa los estudios publicados sobre el uso de antidepresivos en niños y adolescentes.

El autor señala con preocupación cómo en la mayoría de los países occidentales el uso de antidepresivos en la población infantil ha aumentado de manera exponencial en los últimos 15 años, a pesar de que hoy en día se cuenta con suficiente evidencia para afirmar que el uso de antidepresivos en niños y adolescentes es “una historia caracterizada por investigaciones sesgadas sistemáticamente, conflictos de intereses financieros y temeridad profesional».

Fuente: www.pexels.com Artista: Adril Kudri Fecha descarga: 05/11/2020

De esta manera, el autor del texto recopila la evidencia científica actual sobre la eficacia y seguridad de los antidepresivos, centrándose en el aumento del riesgo de suicidio, así como sobre las tasas de prescripción y las prácticas de uso de los mismos, como, por ejemplo, el uso excesivo de antidepresivos y el enfoque cada vez más medicalizado de la salud mental.

Asimismo, el autor revisa y argumenta los problemas que ha presentado hasta la fecha la literatura científica sobre la eficacia de psicofármacos en pediatría: «Ahora está bien establecido», señala, que la investigación ha sido patrocinada casi en su totalidad por la industria farmacéutica, que los ensayos negativos no se publicaron, por lo que solo los resultados positivos llegaron al público. Estos estudios se redactaron, por tanto, dejando fuera los resultados negativos encontrados y clasificando erróneamente o eliminando la prevalencia de efectos adversos (incluido el riesgo de suicidio).

Hengartner advierte que los riesgos del uso de antidepresivos y los sesgos en la publicación eran conocidos desde principios de la década de 2000. En concreto, en el año 2004, recuerda que la revista médica Lancet publicó un editorial titulado «Investigación deprimente«, en el que se afirmaba que: «La historia de la investigación sobre el uso de inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) en la depresión infantil es una historia de confusión, manipulación y fracaso institucional». Asimismo, incluso la Administración de Medicamentos y Alimentos (Food and Drug Administration, FDA)​​, que​ es la agencia del gobierno de los Estados Unidos responsable de la regulación de estos productos, advirtió al público general, en el año 2004, que los antidepresivos aumentan las tendencias suicidas en los niños. A pesar de esta advertencia, los antidepresivos se siguen prescribiendo cada vez más en la población juvenil, por lo que recuerda que la evidencia de la advertencia de la FDA “sigue siendo válida”.

Centrándose en los resultados obtenidos en el último año, Hengartner repasa una serie de investigaciones que han analizado esta temática sin los habituales sesgos que han caracterizado la publicación de resultados en este campo y que han sido publicadas en la revista Frontiers in Psychiatry.  Por ejemplo, cita el estudio realizado por Martin Whitely, Melissa Raven y Jon Jureidini , en el que se analizaron los datos de salud pública de Australia, observando una relación clara sobre el aumento del uso de antidepresivos en los últimos años (del 66% entre el año 2008 y 2018) y el aumento de las tasas de suicidio y autolesiones en niños y adolescentes (que registraron un aumento del 49% en ese mismo periodo). El método de suicidio más utilizado por los jóvenes australianos fue precisamente la sobredosis intencional de fármacos antidepresivos, utilizada en un 98% de los casos entre 2006 y 2016.

Otro estudio que se revisa en el artículo es el de Glen I. Spielmans, Tess Spence-Sing y Peter Parry. Estos autores analizaron la evidencia en la que se basó la FDA para emitir la advertencia de «recuadro negro» en las cajas de los antidepresivos, en la que se indicaba que su uso aumenta el riesgo de suicidio en jóvenes. Los investigadores señalan que, si bien esa advertencia se publicó en 2004, está basada en datos sólidos, obtenidos de pruebas rigurosas que constataban una relación robusta entre la prescripción de antidepresivos en jóvenes de EE.UU. y mayores tasas de suicidio. En concreto, la FDA consultó a un panel independiente de expertos en suicidio de la Universidad de Columbia para revisar los datos. Esos expertos concluyeron que los antidepresivos aumentaron el riesgo de suicidio en un 71% y el riesgo de agresión en un 79% en comparación con el placebo en la población pediátrica.

Asimismo, Hengartner cita el estudio de Daniel J. Safer y Julie Magno Zito. En esta investigación se encontró que los ensayos clínicos que han analizado los efectos de la administración de antidepresivos a corto plazo (de 8 a 12 semanas) en población pediátrica con trastorno depresivo mayor no revelan un beneficio significativo de estos fármacos frente al uso de placebo en niños, y tan sólo un beneficio marginal frente al uso de placebo en adolescentes.  En relación con los ensayos clínicos a largo plazo, los autores manifiestan que estos estudios presentan numerosos problemas de calidad metodológica, como unas tasas muy elevadas de abandono de los participantes, la ausencia de información sobre determinados indicadores de resultados (como las tasas de recaída) y la falta de control con un grupo placebo una vez finalizado el seguimiento a corto plazo. Uno de los problemas más graves que presentan este tipo de estudios, y que limitan seriamente la validez de las conclusiones según los autores de esta revisión, es que en estos trabajos se realiza una selección sesgada de las muestras, eligiendo a los participantes que ya están respondiendo bien a algún tipo de antidepresivo. Esta muestra de participantes previamente seleccionada con este requisito es la que se asigna aleatoriamente al grupo de tratamiento con antidepresivos o al grupo control placebo. Esto implica que los participantes que pasan al grupo control placebo ven interrumpido abruptamente su tratamiento previo a la investigación con antidepresivos y esta retirada brusca de antidepresivos genera serios efectos de abstinencia (aumento de los síntomas depresivos), que es registrada erróneamente como “recaída” en dichos estudios, sesgando la interpretación de los resultados a favor del grupo de tratamiento. Eliminando estos estudios sesgados, la evidencia no muestra ningún beneficio del uso de antidepresivos en niños y, en el caso de los adolescentes, aunque los resultados sean estadísticamente significativos a favor de los antidepresivos frente al placebo, en ningún caso llegan a ser clínicamente significativos, tal y como concluyen los autores. De hecho, según su análisis de resultados, la diferencia es insignificante en términos clínicos: la mejoría clínica de los síntomas de depresión en los jóvenes que tomaron placebo fue de un 60%, mientras que la mejoría clínica de los jóvenes a los que se les administró el antidepresivo fue de un 65%.

El autor revisa también otros trabajos publicados en el último año, como el de Zito y cols, el de Cosgrove y cols y el de Locher y cols. Su conclusión es clara: siguen faltando evidencias convincentes que justifiquen que los beneficios del uso de antidepresivos en niños y jóvenes superan los riesgos. Por este motivo, Hengartner solicita a la comunidad científica y a los profesionales que planteen nuevas investigaciones innovadores y se abran al debate crítico sobre este tema. El uso excesivo de antidepresivos en jóvenes y la prescripción no autorizada “son cuestiones urgentes”, y es una realidad que existe la necesidad de desarrollar tratamientos más seguros y eficaces, tanto farmacológicos como psicológicos, concluye.

Fuente:

Hengartner, diputado (2020). Editorial: Prescripción de antidepresivos en niños y adolescentes. Frente. Psiquiatría, 30 de octubre de 2020

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