La salud de las personas se relaciona directamente con los hábitos que tenemos establecidos en nuestra vida diaria. De igual modo, se da una relación directa con las actividades de prevención y promoción de la salud en las que nos involucramos. No obstante, a pesar de la proliferación de estudios llevados a cabo en este ámbito, en la actualidad es poca la información existente en relación con la salud de las personas con Discapacidad Intelectual (DI). Por este motivo y con el propósito de conocer los indicadores de salud de las personas que conforman este colectivo, se ha iniciado el Proyecto POMONA-ESP, un estudio financiado por el Fondo de Investigación Sanitaria del Instituto de Salud Carlos III -que depende del Ministerio de Economía y Competitividad-, y coordinado por Fundación Villablanca, con la participación del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, Plena Inclusión y CIBERSAM. Según manifiestan los autores del estudio, la falta de conocimiento científico en torno a este ámbito, tiene un gran impacto en la formación que reciben los profesionales y en la fiabilidad de los diagnósticos y tratamientos. Ante esto, señalan la importancia de contar con información relativa a la salud de las personas con discapacidad intelectual, de cara a ampliar el conocimiento y planificar acciones que mejoren la atención sanitaria que reciben. | |
Para tal fin, se ha contado con una muestra de 900 personas de ambos sexos, mayores de 18 años, con diagnóstico de discapacidad intelectual (Ligera, Moderada o Profunda y Severa), y los datos proporcionados por un informante clave -previo consentimiento otorgado por cada participante-, que conoce bien su estado de salud. A continuación recogemos algunos de los primeros resultados obtenidos por los investigadores: A pesar de haber contado con datos procedentes de diversas fuentes (familiares, profesionales y otras personas cercanas participantes en el estudio), sorprende la falta de información sobre aspectos básicos de la persona con discapacidad intelectual, como su cociente intelectual, estatura o peso. Los datos revelan que, en un 34.6% de las ocasiones, el diagnóstico de la discapacidad intelectual se realiza únicamente en base a una impresión clínica (frente a un 19 y 20% que se basan respectivamente en pruebas estandarizadas y certificado de minusvalía). Asimismo, muestran que la etiología de la discapacidad intelectual y clínica asociada, es desconocida en el 61% de los casos. Con respecto a los antecedentes familiares, se observan antecedentes de discapacidad intelectual y Trastorno del Espectro del Autismo en un 20% de los casos, y de trastorno mental en un 17%; a este respecto, los investigadores resaltan la conveniencia de realizar una evaluación cuidadosa de cara al diagnóstico. En lo que se refiere a los hábitos de salud, los autores del estudio destacan un amplio índice de sobrepeso (un 35% frente al 39% de la población general) y obesidad (un 30% frente al 22%) en los participantes. De hecho, los datos revelan que un 50% realiza actividades sedentarias. Entre los problemas más prevalentes hallados en la población investigada, se encuentran los problemas bucodentales (47%), las alteraciones del lenguaje (38%) y el estreñimiento (31%). Tanto en el ámbito de centros de atención general como en los especializados en salud mental, un importante número de personas (29% y 75% respectivamente) presentan trastorno mental asociado a la discapacidad intelectual. De ellos más de un 20% son trastornos de conducta y otro 20% psicosis. Los autores advierten de una sobremedicación en general, ya que el 84% de las personas investigadas toma fármacos a diario (en torno a 7 o más medicamentos al día en el 19% de los casos). Los síntomas somáticos que requieren un mayor consumo de fármacos son el estreñimiento (por un 16%), los problemas gástricos (por un 14,5%), la hipertensión (por un 12%) y los problemas cardiovasculares (por un 9.5%). Sin embargo, a razón de los datos preliminares obtenidos, el uso más preocupante es el de la medicación psiquiátrica, ya que supone el 65% de toda la medicación prescrita. Los investigadores afirman que se emplea un alto número de fármacos anticonvulsivos y neurolépticos como medida de control conductual, por lo que consideran preciso revisar la medicación en personas con discapacidad intelectual y establecer unas pautas claras basadas en la evidencia. En relación con los resultados anteriores, se muestran tajantes al concluir que toman medicación psiquiátrica sin un diagnóstico claro y la elevada cifra de fármacos que consumen, los exponen a riesgos graves de interacciones medicamentosas y efectos secundarios. Una parte importante de la muestra no cuenta con un seguimiento regular de esta medicación.
Pese a que los datos obtenidos hasta la fecha son preliminares, en opinión de los autores del proyecto, su éxito puede tener un gran impacto para las personas con discapacidad intelectual y para la sociedad en general, al ser el primer estudio en reflejar datos epidemiológicos representativos a nivel geográfico en una muestra tan amplia. A su juicio, esta información puede ser muy relevante de cara a la planificación sanitaria, siendo también de gran ayuda para la elaboración de manuales y guías de práctica clínica y la producción de materiales que ayuden a la formación de los profesionales. Fuente: Proyecto Pomona |